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lunes, 14 de febrero de 2011

mis gitanos verdes, a propósito del "Día de los enamorados"




...La historia de Romeo y Julieta es ininteligible si se omiten las querellas señoriales en las ciudades italianas del Renacimiento y lo mismo sucede con la de Lara y Zhivago fuera del contexto de la revolución bolchevique y la guerra civil. Es inútil citar más ejemplos. Todo se corresponde. La relación entre amor y política está presente a lo largo de la historia de Occidente. En la Edad Moderna, desde la Ilustración, el amor ha sido un agente decisivo tanto en el cambio moral social y las costumbres como en la aparición de nuevas prácticas, ideas e instituciones. En todos estos cambios -pienso sobre todo en dos grandes momentos: el romanticismo y la primera postguerra- la persona humana fue la palanca y el eje. Cuando hablo de la persona humana no evoco una abstracción: me refiero a una totalidad concreta. He mencionado una y otra vez la palabra alma y me confieso culpable de una omisión: el alma, o como quiera llamarse a la psiquis humana, no sólo es razón e intelecto: también es una sensibilidad. El alma es cuerpo: sensación; la sensación se vuelve afecto, sentimiento, pasión. El elemento afectivo nace del cuerpo pero es algo más que la atracción física. El sentimiento y la pasión son el centro, el corazón del alma enamorada. Como pasión y no sólo como idea, el amor ha sido revolucionario en la Edad Moderna. El romanticismo no nos enseñó a pensar: nos enseñó a sentir. El crimen de los revolucionarios modernos ha sido cercenar del espíritu revolucionario al elemento afectivo. Y la gran miseria moral y espiritual de las democracias liberales es su insensibilidad afectiva. El dinero ha confiscado el erotismo porque, antes, las almas y los corazones se habían secado.

         Aunque el amor sigue siendo el tema de los poetas y novelistas del siglo XX, está herido en su centro: la noción de persona. La crisis de la idea del amor, la multiplicación de los campos de trabajo forzado y la amenaza ecológica son hechos concomitantes, estrechamente relacionados con el ocaso del alma. La idea del amor ha sido la levadura moral y espiritual de nuestras sociedades durante un milenio. Nació en un rincón de Europa y, como el pensamiento y la ciencia de Occidente, se universalizó. Hoy amenaza con disolverse; sus enemigos no son los antiguos, la iglesia y la moral de abstinencia, sino la promiscuidad, que lo transforma en pasatiempo, y el dinero, que lo convierte en servidumbre. Si nuestro mundo ha de recobrar la salud, la cura debe ser dual: la regeneración política incluye la resurrección del amor. Ambos, amor y política, dependen del renacimiento de la noción que ha sido el eje de nuestra civilización: la persona. No pienso en un imposible regreso a las antiguas concepciones del alma; creo que, so pena de extinción, debemos encontrar una visión del hombre y de la mujer que nos devuelva la conciencia de la singularidad y la identidad de cada uno. Visión a un tiempo nueva y antigua, visión que vea, en términos de hoy, a cada ser humano como una criatura única, irrepetible y preciosa. Toca a la imaginación creadora de nuestros filósofos, artistas y científicos redescubrir no lo más lejano sino lo más íntimo y diario: el misterio que es cada uno de nosotros. Para reinventar al amor, como pedía el poeta, tenemos que inventar otra vez al hombre.

Octavio Paz: “La llama doble”

6 comentarios:

  1. La singularidad del ser humano.
    En estos tiempos de globalización en donde a todo le procuramos un adjetivo genérico, no es malo apelar a ese sentimiento.
    Todos tenemos nuestro yo interior, nuestra identidad, nuestra fé y afectos, que son individuales y no traspasables.
    Bueno es recordarlo, cultivarlo y respetarlo.
    Me ha encantado tu ensayo, volveré a visitarte.
    Un besito

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  2. LUNA: antetodo bienvenida a uno de mis espacios. Y luego agradecerte tu visita y comentario. Tienes razón, estamos tan globalizados que parece que todo fuera "en conjunto", perdiéndonos al individuo maravilloso que cada uno somos. ¡Identidad! de eso se trata.
    Un cariño, y te espero

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  3. La sensibilidad ante uno mismo y lo que nos rodea (agua, tierra, fuego, viento); la sensibilidad ante el otro, ante la alteridad, y el corazón en lo que hacemos: apasionarnos, devolver a cada gota el fuego, y sentir cada instante, tal vez ayude a recordar lo que somos, o lo que éramos, o lo que un día fuimos... Un abrazo grande, desde España.

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  4. Me gusta encontrarte y leerte. Y es verdad, en estos tiempos es bueno remitirse a esos años.

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  5. Índigo: cuánta razón en tus palabras. Como los cuatro elementos de la creación, no seríamos nada el uno sin el otro. Gracias por pasar ;)
    Un beso grande desde mi Ciudad de Buenos Aires

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  6. Pablo: Pues a mí me gusta, también, leerte por aquí. Y como aquellos años... ninguno.
    Un abrazo

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