un espacio para los que viven sin manual

lunes, 31 de octubre de 2011

ni Primavera ni Otoño...

La parte de mis venas españolas sienten la llegada del Otoño, mientras en mi Ciudad de Buenos Aires, aun no se despide el Invierno a pesar de estar bien entrada la Primavera... me mata ésta indecisión del clima que se ha vuelto tirano y esquivo, y acabo de leer un post de mi amigo Paco... Farero,  que me toca el corazón, porque el otoño ha llegado a su alma por la misma razón que de la mía no parte el invierno... Tal vez nuestras madres nos lean, desde más allá del horizonte.
Por él he recordado éstas letras, y a él se las dedico:






Con su paisaje lánguido y melancólico, sus días lluviosos, el viento y la caída de las hojas secas, el otoño parece condenado a ser el tiempo de la tristeza. Una estación de partidas y no de encuentros, como si con las hojas de los árboles se cayese esa alegría instantánea y amorosa que, según rezan las costumbres, comienza con la primavera. Pero aun cuando para la imaginación colectiva el amor y la belleza lleguen con la primavera, ¿quién podría resistirse a enamorarse bajo una lluvia de otoño? Seguramente no W.B.Yeats, el poeta irlandés, que en Los cisnes salvajes en Coole (1919) escribe sobre la belleza de los árboles en otoño, una estación que lo deslumbra con sus colores y su misterio. Donde los corazones aún no maduraron y la pasión y la conquista se mueven a su antojo, aún cuando el suyo está en esta época muy dolorido. Y si el amor es también sufrimiento, más se asemeja al otoño en las palabras del poeta francés Paul Verlaine, para quien los largos sollozos de los violines de otoño hieren mi corazón con languidez. Entre el amor y la revolución, el escritor ucraniano Mykola Chvylovj (1893-1933) llamó Otoño a la compilación de algunas de sus novelas cortas, inspiradas en la resurrección de Ucrania: un renacimiento que llegará después del otoño.Los chinos realizan un festival días antes del comienzo de su otoño, al que consideran la época del cambio y del advenimiento de mejores tiempos. Esa creencia está fundada en una antigua leyenda: la del Festival de la Luna. .Cuenta la leyenda que en el principio de los tiempos la Tierra estaba regida por diez soles, que poco a poco fueron secando los ríos y matando a todos sus habitantes. Desesperado, el emperador Jade pidió al dios Hou Yi que lo ayudase a quitar los soles del cielo. Hou Yi atendió su pedido y les ordenó a los soles que desapareciesen. Pero éstos se negaron y el dios no tuvo más remedio que destruirlos, derribándolos uno a uno con sus flechas.Pero por pedido de su esposa accedió a dejar en el firmamento uno de los soles, con la condición de que brillase y diese calor solamente durante una determinada época del año. Así, el reinado de los cielos quedó en manos de la Luna, motor de las siembras y cosechas. Con la llegada del otoño, se recuerda la historia en que la Tierra fue salvada del calor del sol.Para Borges, el otoño pudo ser simple mente una estatua. Como relató la escritora Silvina Ocampo en los Cahiers de LHerne (1964), Borges pasaba sus vacaciones en Adrogué, más precisamente en el Hotel Las Delicias. A algunos metros del hotel había un jardín y una casa misteriosa con cuatro estatuas de tierra cocida, que representaban las cuatro estaciones.Cuando iba a verlo a Borges a Adrogué, a cualquier hora, visitábamos las estatuas -relata Ocampo-. No podíamos descubrir quién habitaba la casa hasta que, finalmente, descubrimos que allí sólo vivían las estatuas. Al tiempo, Ocampo descubrió que la casa se iba a demoler y le hizo una promesa al escritor: Le prometí a Borges que las iría a robar o a comprar. Era difícil, hasta imposible, porque nunca se veía a nadie en esta vivienda. ¿A quién, entonces, proponerle la compra? En cuanto al robo, no tenía sentido soñar con él: perros fantasmas ladraban cuando uno se acercaba a las estatuas.Finalmente -prosigue Ocampo-, le rogué a alguien a quien no desvelaban las estatuas ni los perros ni los fantasmas, que las comprase o las robase. La persona en cuestión las compró. ¿A quién? Nunca lo sabré. A los perros que ladraban, seguramente. Las cuatro estaciones viajaron cuatro horas en ferrocarril y llegaron a nuestra casa de campo, el Verano sin brazos, la Primavera sin nariz y sin flores, el Invierno decapitado y el Otoño sin senos.En el poema más famoso de T.S.Eliot, La tierra baldía, el poeta no duda en afirmar que abril es el mes más cruel mes de primavera para el hemisferio norte, nuestro octubre. Cruel por ser el mes en que la tierra se abre de par en par para dar sus frutos. El otoño, a diferencia del invierno que como dice el poema, nos mantuvo tibios, y aún del verano que nos tomó por sorpresa, bien puede ser una estación menos dolorosa y más plácida. Y que aunque parezca desprovista de flores y tenga peor prensa, conserva su encanto para dejarnos abrazar . 






sábado, 1 de octubre de 2011

Al triste





Ahí está lo que fue: la terca espada 
del sajón y su métrica de hierro, 
los mares y las islas del destierro 
del hijo de Laertes, la dorada 
luna del persa y los sin fin jardines 
de la filosofía y de la historia, 
el oro sepulcral de la memoria 
y en la sombra el olor de los jazmines. 
Y nada de eso importa. El resignado 
ejercicio del verso no te salva 
ni las aguas del sueño ni la estrella 
que en la arrasada noche olvida el alba. 
Una sola mujer es tu cuidado, 
igual a las demás, pero que es ella.


Jorge Luis Borges