un espacio para los que viven sin manual

miércoles, 31 de marzo de 2010

mis gitanos verdes, con rouge y chocolate

A mí en el fondo me daba mucha risa todo aquello, sobre todo desde que me había comentado lo de los calcetines (repite Conce)
¿Qué calcetines? (se asombra Marisa)
Si, mujer. ¿No te lo he contado nunca?. Que siempre llevaba calcetines blancos de esos mulliditos y gruesos, como para hacer deporte. Incluso con trajes oscuros, encorbatado y todo…él siempre con sus calcetines blancos de deporte, a veces con una rayita azul y roja en el borde. Hasta que un día le pregunté por qué, y me contestó que era por su mujer, para facilitarle las cosas, pues metía toda la ropa blanca en el programa más fuerte del lavarropas y no tenia que andar haciendo montoncitos aparte con los diferentes colores. Total, toda la familia con calcetines blancos…
A mi, aquella sumisión me mosqueó bastante, pues no era su estilo. ¡Qué tiranía! ¿No? A partir de aquel día no pude mirarle los pies sin sentir una oleada de compasión. Hasta que me dí cuenta que él, lo de los calcetines, se lo devolvía de otra manera: engañándola ¡Qué fuerte esto de los matrimonios!
Familia unida jamás será vencida, ya sabes (sonríe Marisa). A propósito, a mí otros calcetines me hundieron una relación que empezó muy bonita, con un tío que me gustaba mucho.
¿Y por qué?
Pues, porque la primera vez, que también fue la última, no se los quitó, así de fácil. Eran grises de color ratón, nunca se me olvidará. Te va a parecer una exageración, pero fue verlo desnudo con aquellos calcetines que le subían hasta media pantorrilla y quitárseme las ganas, todo uno, te lo juro.
Eres una exagerada, todo lo basas en la estética.
Lo reconozco, pero el amor con calcetines, ¡jamás!

Y se largan a reír como dos locas. Y se preguntan de cuantas anécdotas podrán reírse en adelante con esto de que ya no les gusten los hombres. Si es que ya no les gustan…




sábado, 27 de marzo de 2010

gitanos verdes, y un poema encontrado

Hoy he descubierto este poema
[Como latas de cerveza vacía y colillas]

de Ernesto Cardenal

Como latas de cerveza vacía y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como los automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
con risas de muchachas y música de radios...
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
y las canciones de los radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.

Estado de ánimo: buscando el verde en mi paleta de colores...
y ésta música...

viernes, 12 de marzo de 2010

mis gitanos verdes, camino de los amigos

Se me están yendo los amigos. Se apartan físicamente. Es un dolor exclusivo, inefable: le he donado amigos a España, a Mendoza, a Salta. He donado a Canadá, a Puerto de Santa Cruz. Y ahora a Viedma.
Se van, y mi corazón se repliega. No caben tantas fronteras dentro de mi cuerpo. Son como gitanos, mis gitanos…trashumantes, febriles, atrevidos.
Tienen un valor que yo no tengo, los admiro… ciertamente los admiro. Van a por sus sueños, van a por la Vida.
Anoche hice las cuentas…me estoy quedando sola. ¿Será el tiempo de ir cerrando las ventanas, y echar llave a algunas puertas?… Será, quizá, la estación para ir andando. Será esta cuestión de mirar al frente y no poder ver nada y estar temblando, desierta, extraviada en un bosque hostil, lleno de ruidos, de sugestiones, de recovecos. Y será también, la percepción de llegar a alguna parte -porque a alguna se ha de llegar- sin lazarillos, sin huellas, sin precedentes, sin olfato, como ese animal no doméstico, no domesticable. Ese animal indómito en apresurado anhelo. Será la búsqueda de la voz propia, o el ladrido. De creer que la felicidad, quizá, consista en esos momentos caedizos en que uno se sorprende sosteniendo la mirada, confortadora, limpia, confiada y erguida. Como la de esos perros fieles que se ponen al alcance de las manos, silenciosos y amables, pero inestables. Será ésta cuestión de añorar lo que no conozco. No sé. Me asaltan memorias del futuro… en ésta ciudad, donde la soledad de su muchedumbre espanta.




martes, 9 de marzo de 2010

gitanos verdes, con cada verano

Ocurre con frecuencia en primavera. Una premonición vaga nos envuelve. Casi sin darnos cuenta, encomendamos al verano nuestras más injustificadadas e insensatas esperanzas. Y esa espera nos provoca el mismo erizamiento que el anuncio de un inminente suceso telúrico. Nos parece que, en una conjura a favor nuestro, va a intervenir el mundo. Buscamos cada verano, para que nuestra vida cambie, y la buscamos en quienes nos rodean unos días efímeros. El verano es la estación propicia. La estación del transbordo y acaso del último tren. De ahí su enigma mágico…
Prestigioso y absoluto, el verano se abre. Es una grácil plaza concurrida. Bajo sus galerías se besan los amantes transitorios, bebiendo se acarician, y una música perpetua espesa el aire y lo hace irrespirable. Las charlas vacían a los conversadores: sólo queda su hermosa superficie. Todo es deseo, complicidad y acecho, algarabía. La desnudez echa en cara su triunfo a quien la mira. Surge la confidencia, veloz e imaginaria, en voz baja: es el pretexto para la aproximación. Se rozan las bronceadas fronteras personales. Se arrastran, se confunden. La alegría sincera o fingida, pero siempre apresurada, levanta su colorida fuente, esbelta y cambiante.


Todo en el verano cambia de color: su brillo amortigua el de las cosas; la mirada, la piel, el paso de la luz. Y todo bulle, reluce, se exhibe, canta, se ufana.
Entre las cigarras y los grillos la pasión y la temperatura, pasajeras las dos, humedecen los cuerpos. Galeoto, sonriente, cumple su blando oficio…

(…) cuando el verano va de despedida,
mi corazón del suyo se despide.
Con las primeras lluvias, hoy decide,
despedirse la vida de mi vida (…)
No, no existe un libro de reclamos, y sin embargo, ocurre con frecuencia en primavera, un leve presentimiento nos asalta, y encomendamos al verano que viene, una y otra vez, nuestras insensatas esperanzas… Quizá deba ser así.

viernes, 5 de marzo de 2010

mis gitanos verdes, y las voces andaluzas

Según La R.A.E., el diminutivo denota la reducción de tamaño del objeto designado, sin embargo en el habla popular andaluza sus aplicaciones son incontables, dándose casos en los que son utilizados para expresar intenciones emotivas, apelativas o calificativas, de significación intensiva y en no pocas ocasiones, contrarias a su cualidad como adjetivo de disminución.
Provistos de una buena dosis de sentido auditivo, sin caer por ello en la ortodoxia o lo racional, y como muestra de la riqueza expresiva de nuestro habla, os propongo desde la todavía conservada universidad de la calle, la familia, la tertulia,... una colección de diminutivos en sus acepciones más usuales en Andalucía:
“Abuelita ¿quieres café?”, “Si, hija, échame un poquito, una mijita”.  Un cafelito se referirá al del bar y no al casero. “Voy a tomarme un cafelito, no tardo”. Tomarse una copita, una cervecita, un tintito, con una tapita de caballito de jamón o alguna racioncita de pescaíto o papelón de pedacitos, incluso un güisquicito, es la forma de dar a entender que van a ser pocas y buenas, que no pequeñas, sin ni siquiera referirse al plural, pues se da por hecho que van a ser varias.
Si añadimos que el lugar es un chiringuito que está cerquita, estamos cortando más aún la distancia de cercanía pero sobre todo de regreso, porque lo normal sería cerquísima. Se podrá añadir que se volverá enseguidita pero no hará falta. Si esto no se cumple, se preguntará ¿que horitas son estas de llegar?. Si, por abuso, se coge de cuadritos, es decir “gorda”, o se da la nota montando un numerito; al día siguiente, para no molestar, dirán “tienes malita cara”, cuando en realidad la tiene fatal; “si, me encuentro algo malusquillo”, “ya llevo unos diítas regular, pero ¡qué nochecita he pasado!, ¡que fatiguitas más grandes!, no me tenía en la macetilla de la escalera, ahora estoy esmayaíto”. Lógicamente estas expresiones no son nada diminutivas, más bien al contrario.
“Eso te pasó por el rebujito" , “¡que va, si sólo bebí una mijita, un buchito!, estaba tan agustito” (acentuación del estar a gusto), “puede que me sentaran mal los calentitos”. “Anda que eres un regalito (aquí el regalo se tiene por no deseable) que te pasas jugando a las maquinitas”. “Y tú un polvorilla… que estás en el machito…” (activo que está en el poder). “Y tú con el gusanillo del mostrador” (más bien afición al del bar).
“Hombre, que yo también tengo mi corazoncito” (justificación de que se es persona y normal). “Ya, ya veo que estás colaíto”. “Más bien es un venenillo que me ha entrado, y hasta que no la consiga…” (descripción del desasosiego). “Anda, eso es de boquilla”. “Que no, listillo, que es de verita” (reproche al “sabelotodo” sobre la verdad intensa). “Anda, eres un figurita (sólo tiene pose)”.
“No tengas cristalitos en la barriga y dame una calaíta”, demandando un buen gesto o calada del cigarro. “Anda, vete a tomar un poco el solito”. “Y tú, ten cuidaíto (consejo sobre la prudencia) cuando te montes en los cacharritos. “A ver si nos vemos un sabadito” (intención de proponer un buen día) y “te vienes a chiquitas (venirse a razones) y me prestas chismitos (algún dinero)”, “ A ver si tenemos buen rollito que si no te hago la trompetita”.Al agua fresquita, también se le llama agüita fresca. Para intensificar más la adoración, a la madre se le dice mamaíta. Si no se quiere ofender mucho, se comentará qué feíto es. Si lo que se siente es lástima, no referida al dinero, se dirá pobrecito la que le ha caído. Al niño latoso que se esté quietecito, que es un bichito o un diablillo que me tiene desesperaíta, pero si es buen hijo se referirá lo buen chiquillo que es. A la persona de apariencia noble, pero de mala intención, se le califica de mosquita muerta. Los que narran embustes con pesadez, cuentan batallitas. Un equipo de fútbol le mete a otro chicharitos o goles en exagerada clave de mofa.
Cuando se lee o se dice algo sin conciencia de su sentido, se hace de carrerilla. Si se pintan los zócalos se dan unas bajerillas. No son pelotas pequeñas sino suciedad, las pelotillas. Ni es una manzana pequeña el dorado jugo de Sanlúcar, conocido y reconocido como manzanilla. Y para colmo el sin sentido “la mucha poca”, que sólo en Andalucía cobra verdadero valor descriptivo cuando a la poca vergüenza se quiere aumentar su intensidad, y se dirá que se tiene “mucha pocavergüenza”.
Total, que todo lo metemos en un cuchitrí, haciendo grande lo que pronunciamos en pequeño y no suena tan mal, son los diminutivos de nuestro habla de Andalucía, una más de nuestras incuestionable señas de identidad.
Fuente: Cosas de Andalucía (Fernando Repiso)




lunes, 1 de marzo de 2010

mis gitanos verdes, con el viento

Hoy es el día del viento. Reina el viento con una absoluta monarquía. Incansable, recorre la esquina, la terraza, la plaza entera. Se levanta colérico, retumba, se revuelve como un toro invisible, destroza cuanto se opone a su ciega voluntad. Desgaja ramas, asola los jardines, asusta a las ventanas. Sobre un bramido sordo y constante, lanza silbidos; sus repentinas rachas llegan al paroxismo, como si se hubiese propuesto destruir al mundo y le irritara, aun mas, no conseguirlo. El viento es hoy un rey desconcertado e insomne, y en medio de éste estruendo… yo escribo.

¿A quien le escribo? A gente muy semejante a mí; a lectores que con alguna frecuencia me comprenden. ¿Han reservado, hoy, un momento para adentrar, no resbalar, sus ojos hasta el fondo de mis palabras? Acaso hoy les queden unos minutos más para leerme con amable condescendencia. O, nada más,  pasar la pantalla y enterarse las novedades sobre el auto más caro del mundo, la magia de algún cosmético, alguna sugerencia para un regalo, o el horóscopo.
¿De dónde nace, no obstante, la voluntad para seguir escribiendo? Será tal vez de los sueños. De creer que no hay mayor gloria que darle causa libre a las pasiones, y dejarse arrebatar.
¿Para quién escribo? ¿Para los semejantes…para los diferentes…para todos aquellos que debido a la política, la economía, la indiferencia o la estupidez…por una razón u otra, lanzan obra tras obra sin que nadie repare en su trabajo? A su alrededor se alza una cámara alienadora de olvido, un manto que los hace invisibles y que los enmudece. Quizá (sería mejor así) mueran pensando que su obra resucitará en un día más equitativo, y eso los acompañe. Porque aunque nos lo neguemos, nadie escribe, o pinta, o esculpe… a la larga, para sí mismo. Ni siquiera un diario íntimo se redacta, sinceramente, con el fin de ser guardado en un cajón bajo llave.
No sé si será egoísmo o generosidad. Sé que la falta de correspondencia convierte en héroes minúsculos y cotidianos, a quienes, a escondidas, escriben lo que les gustaría que los demás leyeran. Por eso habría que admirar a los que se denominan, con desdén, aficionados. De ellos sería, ya que su reino no es de éste mundo, el reino de los cielos, si existiera.
De todos modos, de todos modos… como ya dijo Borges, siempre hay un lector destinado a cada uno de los símbolos. Tal vez de ese colectivo abreven los innúmeros desconocidos, de todas las artes…por siempre jamás…

El viento gime afuera, se retuerce, se engarza en sí mismo, ulula, trepa, se desploma, serpea, erige sus altas torres vanas, ignora el aroma de las damas de la noche, olvida, bambolea el mundo, olvida…olvida… mientras yo escribo.