La Ruta del Califato
De Córdoba a Granada
(entre Chamberí y Devoto)
La Ruta del Califato comunica dos de las capitales más importantes de la historia hispanomusulmana: Córdoba y Granada, y pisa suelo de viejas fronteras en Jaén.
Dos ciudades protagonistas y dos siglos de oro. De alcance universal, el cordobés refinado y dramático el granadino. Son los dos polos entre los que bascula el inmenso legado cultural, político y social que supuso la existencia de al-Andalus, una civilización de rasgos únicos e irrepetibles. Y entre ambos, un territorio de leyendas, de guarniciones, atalayas y castillos, de pueblos notables, de gentes y de costumbres.
En la Ruta del Califato se unen grandes depresiones geográficas, la del Guadalquivir y la granadina, a través de los eslabones de las sierras subbéticas, abiertas por valles y cuencas fluviales.
Es una ruta marcada por dos elevaciones: Sierra Morena en Córdoba, y Sierra Nevada en Granada.

Los territorios que conforman ésta ruta estaban incluidos, en época omeya, en tres provincias o
coras: Córdoba, Cabra y la de Ilbira. Recibieron la influencia y se beneficiaron por el apogeo del Califato cordobés, cuya capital era el foco de cultura más brillante de Occidente. Fueron escenario de episodios y aventuras cantadas en el romancero medieval.
El legado andalusí: de la Mezquita a la Alhambra…
La Mezquita constituía el escenario esencial de la vida cotidiana en las ciudades hispanomusulmanas. La oración, la enseñanza, la administración de justicia y las relaciones sociales confluían en su interior y en su entorno. Se distinguían claramente tres elementos: torre, patio y sala de oración. Desde la torre o alminar, el almuédano llamaba a la oración a los fieles. El patio, shan, servía para la limpieza ritual. La sala de oración, liwan, era un espacio despejado de proporciones rectangulares, dispuesto hacia un muro, al-qibla, orientado hacia la Meca.
En el centro del muro se situaba el
mihrab, nicho vacío que señalaba la dirección de las plegarias. La mezquita mayor o
aljama se situaba en el centro de las ciudades y de su recinto comercial y público, la
medina. En sus cercanías se localizaba la
madrasa o escuela de estudios, y la
alcaicería, el mercado urbano de las mercancías más valiosas.
La Mezquita de Córdoba es el máximo exponente de las mezquitas andalusíes. Junto a estos espacios religiosos y civiles, destacaban los espacios del poder:
alcazabas y
alcázares. Eran auténticas ciudadelas fortificadas que, además de elementos militares, contenían las residencias palaciegas de los gobernantes.
La Alhambra constituye una muestra excepcional de éste tipo de ciudades palatinas, y como tal, merece un capítulo aparte…