un espacio para los que viven sin manual

viernes, 9 de abril de 2010

mis gitanos verdes, nuevamente chocolate y carmín

 Mira la luna – dice Marisa
¿Qué le pasa?
Nada, está llena. Y maravillosa. Plenilunio.
¿Y qué? Suele suceder cada cuatro semanas.
Lo mira y se calla. Más allá de la terracita del chalet la luna se refleja en la piscina de la urbanización y al mismo tiempo cabalga por las copas de los árboles. A Marisa le gusta el desdoblamiento de la imagen, paralela a la suya: Marisa junto a Juan Franco, estrechándola contra él, Marisa corriendo por el firmamento, persiguiendo a una luna burlona y hermosa.
Desde niña le había atraído el azogue del astro, le había fascinado ese resplandor frío que entraba por su buhardilla de Madrid y, más tarde, cuando llegó a la pubertad, nunca consiguió dormir bien una noche de luna.
Esta noche no voy a dormir bien, por su culpa.
No vas a dormir en absoluto, pero va a ser por culpa mía.
Precisamente lo que no me gusta: aprovecharme de éstas ocasiones, Juan Franco. No me gusta estar contigo en ésta casa. Vente tú a mi departamento, ese es únicamente mío y no lo comparto con nadie. Ya tomamos algo juntos, me mostraste tu casa, hemos conversado un poco y punto. ¿Te vienes?
La mira furioso.
La tuya es una actitud francamente hipócrita.
¿Ya sabés que estoy casado, o no lo sabés?
Me da igual que me llames hipócrita. Ésta es también  la casa de tu mujer y el hecho de que hoy no esté aquí no justifica…
Ésta es mi casa, la pagué yo y hago en ella lo que me da la gana.

Y así había comenzado a sentir simpatía por ella…por esa mujer ausente y muda, y a prever -a lo lejos- como empezaba La Cibeles a llorar…y ése abril a enfriarse…




1 comentario: